Si se quiere recibir una unánime aprobación no hay nada más fácil que coger a un aficionado al turf y decirle “sin que se pueda jugar a las apuestas sencillas fuera de los hipódromos estamos condenados al fracaso, los hipódromos no se sostienen”. Decenas de columnas, artículos y crónicas de todo tipo llevan desde la reapertura de la Zarzuela afirmando algo que es rotundamente cierto.
Pero no es tan habitual escuchar que, como bien se aprende en lógica, invertir la premisa no invierte la conclusión. Es decir, que la afirmación “con las apuestas sencillas en la calle el turf tiene un futuro esplendoroso” puede no ser cierta. La condición es necesaria, pero no suficiente.
Y es que por poder jugar donde y cuando uno quiera no van a aparecer jugadores de debajo de las piedras. Podrá jugar una gemela un aficionado de Lugo (el único que debe haber : ) que juega habitualmente cuando viene a Madrid y que sigue las carreras desde allí, podremos jugar desde Madrid a las carreras de Dos Hermanas con más facilidad… pero poco más. Habrá un ligero incremento, pero el salto de verdad en la recaudación necesita jugadores que ahora no están ni siquiera esperando a jugar, que puede que ni sepan lo que es una carrera de caballos. Si alguien espera milagros cuando a final de año (parece) las apuestas sencillas vean la luz, va a entrar en una depresión irremediable.
Y es que, viviendo en España, con la cultura deportiva que tenemos, con la oferta de juego ya multiplicándose, ¿por qué pudiendo apostar a cualquier cosa sobre Nadal, Messi o Gasol voy a jugar a unos caballitos que corren? Poder jugar una gemela en la mejor carrera de los hipódromos españoles no es atractivo para quien puede jugar ya a miles de deportes en tiempo real; deportes que conoce y entiende bien (sobre la necesidad de iniciarse en el turf volveré más adelante).
Además, a nivel mediático, vivimos en el absurdo de que nos informen en el telediario de que un español mediocre ha pasado a octavos de final del torneo de Urnebistán… sólo porque es español, aunque no sepamos donde está Urnebistán (no lo busquen, no existe : ) y el prestigio del torneo sea nulo. O que el combinado español de petanca ha sido bronce en los europeos de Munich… aunque nadie juegue a la petanca.
Nuestro deporte también tiene héroes, caballos pero también caballeros, ambos españoles de nacimiento o adopción, crianza o desarrollo de su carrera deportiva, que también realizan gestas memorables (Carlos Laffon, Casaca o Abdel por no irnos más atrás en el tiempo), y no ocupamos ni un minuto en las noticias; ni una esquinita digna en periódicos deportivos que sufren para llenar sus páginas de basura irrelevante todos los días.
No contemos con ello, si el turf se consolida o no será por otra cosa. Y mientras tanto vamos a seguir hiperdopados de tenis, de NBA, de golf (no hablo ya de fútbol, que anda más cerca de la categoría «estupefacientes») o de cualquier deporte donde compita un español aunque a casi nadie le interese, aunque objetivamente como espectáculo sea muy discutible.
Pero dejemos de quejarnos, y vamos a empezar a plantear soluciones…
[CONTINUARÁ]